LA ESTRUCTURA DE UN PERFUME

A lo largo del pasado siglo, el criterio generalizado sobre un perfume bien construido era que debía tener una composición de productos de salida de un 10 a un 30 %, un 50% de cuerpo y entre un 20 y un 40 %  de fondo.

En aquel tiempo, se asumía una equivalencia total entre nota olfativa y fase de evaporación. Hablar de nota cítrica era referirse a la salida o cuando se hablaba de nota floral era aludir al cuerpo. Ahora vemos cómo las moléculas químicas modernas nos permiten vulnerar esta concepción y es posible, por ejemplo, tener fondos mandarina impensables hace cincuenta años. Además, las cualidades olfativas de varias de esas moléculas permiten utilizarlas en dosis muy altas, lo que deriva en una gran estabilidad olfativa en el proceso de evaporación. Así, una dosis altas de materias como “Hedione” o “Iso E super” que transforman el concepto de melodía de los perfumes anteriores. Por esto, a partir de la década de los noventa se ha producido un progresivo cambio en la estructura del los perfumes.

 

Si antes era raro encontrar fórmulas donde algún ingrediente estuviera dosificado a más del 10 %, en la actualidad nos podemos encontrar creaciones aromáticas en las que un 60 o 70 % de la fórmula se concentra en un grupo reducido de cinco a diez componentes. La estructura de los perfumes han sufrido, un cambio profundo en las formulaciones que se están desarrollando ahora mismo, y hoy en día, si bien se siguen empleando los términos salida, cuerpo y fondo, su sentido ha cambiado significativamente.

 

Esta abundancia de productos químicos, idénticos a los naturales o artificiales y, sobre todo, su gran protagonismo en las nuevas creaciones han supuesto comentarios muy críticos por el menor uso que se hace de los extractos naturales en la perfumería de ahora, yo mismo una época importante fui muy critico, incluso me cerré a crear por este motivo, y es por esto creo que se debe establecer una formula previa en la que la calidad es directamente proporcional a la cantidad de producto natural que contiene. Pero disponer de ciertas moléculas no es más que abrir la posibilidad de resaltar una determinada faceta del producto natural al gusto del perfumista o creador, multiplicando así sus posibilidades creativas.

 

También se podría discutir mucho sobre el concepto de calidad de un perfume. De entrada, un buen perfume es aquel que satisface las aspiraciones de la persona que se lo pone, pero el no satisfacerlas puede tener su origen tanto en el perfume en sí como en la naturaleza de esas aspiraciones. Un perfume que no guste a una persona de ninguna manera significa que no sea bueno. Por otro lado, las palabras "bueno" o "malo" quizá puedan ser utilizarlas sólo los profesionales en alusión a lo que cada uno considere aciertos o defectos en la composición. Es, pues, aconsejable medir mucho las palabras al valorar algo tan subjetivo como las emociones. Un perfume, igual que una melodía, se puede analizar para descubrir los recursos en él utilizados, pero valorarlo en términos específicos es una temeridad.

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