¡ESTE PERFUME ME RECUERDA A MI ABUELA!

 


La perfumería tiene sus tendencias y sus modas como en todo y cambian con los tiempos. Sin embargo, algunos perfumes permanecen toda la vida con nosotros y se venden incluso llegando a “ponerse” centenarios. No nos debemos extrañar, si en ocasiones decirnos: “esto nos huele a mi abuela o me recuerda cuando íbamos a misas, bodas, comuniones o bautizos....” tras la estela del paso de alguien; un Shalimar, de Guerlain, o el N.° 5, de Chanel. Son clásicos que perduran a lo largo de décadas. A veces gracias a su olor nunca igualado, otras veces gracias al mito que se construyó a su alrededor.

“Oler a viejo” es probablemente la crítica más temida por los perfumistas acerca de sus creaciones, así como por quienes se ponen el perfume en cuestión. Esta frase puede saltar ante la mera mención de un nombre, o incluso de una marca. Es como si algunos perfumes o marcas asocaidas ya como “viejunas”. Puede producirse también una crítica similar, cuando se descubren perfume a ciegas, sin ninguna influencia de nombre o marca. Porque, incluso en las creaciones más modernas, algunas notas no se pueden utilizar sin que se las etiquete como obsoletas.

Así sucede a menudo con la rosa o la violeta, muy relacionadas en el inconsciente de todos como “olores antiguos”. ¿Por qué estos perfumes “retro” no podrían compartir el mismo éxito creciente que experimentan lo vintage y la ropa vieja? El aumento de la propia cultura y los propios conocimientos es una condición previa para que podamos abrirnos a otros horizontes olfativos, especialmente los del pasado, y acceder a un patrimonio frecuentemente subestimado. ¿Qué nos pasa? “¡¿Acaso no podemos llevar tu N.°5 o un agua brava con unos pantalones shorts y una camiseta blanca?!”


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